Vida y mentira de Jean-Paul Sartre

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Carlos Semprún Maura
9788487169649 – Madre Tierra – 1996 – 378 páginas /orri.

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Descripción

 

 

 

 

 

Ningún escritor habrá conocido, durante su vida, tanta fama y ejercido tanto magisterio como Jean-Paul Sartre. Y ello desde tres puntos de vista: fama del escritor, reconocimiento del filósofo y, sobre todo, magisterio del ideólogo, teórico de la revolución y de la rebeldía. La fama y la influencia de Sartre, que se ha extendido prácticamente al mundo entero, tienen dos orígenes: el primero, y probablemente el más importante, es el de sus admiradores incondicionales, a veces fanáticos, que aman sus novelas, su teatro, se entusiasman con sus escritos políticos procomunistas, tercemundistas, antiburgueses. Algunos prefieren este libro a este otro, sus ensayos a su teatro, o viceversa, pero todos le consideran globalmente como un escritor genial y un gran moralista. Una conciencia despierta e intransigente, en un mundo de tinieblas.
 
Pero también los hay, o, mejor dicho, los hubo, que, servidores que se creían de una «causa», utilizaban a Sartre con fines propagandísticos, apreciando más o menos su obra. Y, a menudo, menos que más. Vienen a decir, o han dicho, algo así: «La prueba de que nuestra causa es justa es que incluso Sartre debe reconocerlo». Sartre podía ser un intelectual burgués, un filósofo, un existencialista decadente, pero se vio obligado a reconocer que la causa de la URSS, de las luchas tercermundistas, de las guerrillas latinoamericanas o de la Gran Revolución Cultural china eran justas. Esta utilidad operativa, instrumental, de Sartre, explica en parte su inmensa popularidad. Incluso los que no compartían sus ideas filosóficas ni se entusiasmaban con su obra literaria le citaban como referencia y plebiscitaban su nombre por doquier. La imagen que ha querido dar de sí mismo, imagen de independencia política y de espíritu crítico, se ha cotizado muy alto en la Bolsa de valores progres. Cuando Castro, por ejemplo, declara que la Revolución cubana es socialista y, por lo tanto, justa y necesaria, eso no puede convencer más que a los castristas convencidos. Pero si Sartre, con su prestigio, dice lo mismo, eso convence a muchos más. Se trate de Castro, de Stalin o de Mao, de las diversas pero semejantes experiencias totalitarias del siglo XX, los escritos políticos de Sartre han desempeñado un peculiar papel. En este sentido ha sido más útil al comunismo que los intelectuales comunistas, grises funcionarios, más útil incluso que Louis Althuser, el asesino ilustrado, quien también tuvo su hora de gloria (…). Mucho más útil, claro, que los escribidores del marxismo-leninismo, como Fernando Claudín, Rossanna Rossanda, Lucio Magri y otros Paramios.
 
Las dudas e interrogaciones en la intelectualidad comunista, al haber, si no comenzado, sí cobrado un carácter más grave, poco después de la muerte de Stalin, con la llegada caótica al poder de Jruschov, la insurrección húngara, la disidencia china, el desarrollo de la lucha armada en el Tercer Mundo, etcétera; resultó evidente, para muchos, que ya no podían satisfacerse únicamente con los informes de los Congresos de los diferentes partidos comunistas, ni con sus publicaciones oficiales. Pasaron los tiempos en los que el manual de estética de Jdanov, por ejemplo, era palabra de Evangelio para todos.