Descripción
Vivimos en un mundo cada vez más complicado y desordenado, en el que la competición por el poder adopta formas cada vez más rudas, más descarnadas. Por ello, estamos ante una creciente sensación de desorden global que merece ser explorada de manera racional.
Por un lado estamos asistiendo a una serie de reajustes geopolíticos a escala mundial. Por otra parte, la multiplicación de formas de poder, más allá de sus acepciones tradicionales, viene acompañada de la demostración de que su grado de eficiencia es muy diferente según los casos. Así hay que entender la demostración –el 11 de septiembre de 2001– de que las formas tradicionales de poder no sirven para neutralizar ataques de tal envergadura, ni tampoco para diseñar políticas de respuesta adecuadas.