Descripción
Hace tiempo que nos hemos convertido en testigos atónitos e impotentes de la disolución de las significaciones esenciales de lo real en favor de sucedáneos, meras réplicas avivadas por la presencia alienígena de los presupuestos capitalistas. En el transcurso de esta devastación implacable, se ha visto gravemente amenazada nuestra cultura material y espiritual: la relación con la naturaleza, la ciudad histórica, las antiguas creencias, las costumbres… Todo ha sufrido el mortífero ahuecamiento de su condición más íntima, indispensable para el libre trasiego de la mercancía, que se ha convertido en protagonista del escenario de la economía escindida. Tanto destruye nuestra época, que se ha dicho que no deja ruinas: “Dentro de cien años la gente tendrá una evidencia más tangible de la Roma de Adriano que de la Nueva York de fibra óptica”