Descripción
En el periódico Anarquía, publicado por la Federación Moscovita de Grupos Anarquistas, firmaron numerosos manifiestos y artículos los principales artistas anarquistas, como Malévich o Ródchenko, entre muchos otros. Incluso denunciaron a Maiakovski como «poco anarquista». El anarcofuturismo en Rusia era dadaísta, veneraba al anarcoindividualismo de Stirner, la idea de que «el placer de la destrucción es también un placer creativo» defendida por Bakunin y el principio de «la propiedad es un robo» de Proudhon. Desde las páginas incendiarias del periódico se hacían llamamientos a destruir los monumentos y el arte oficial: «¡Haz explotar en pedazos los frágiles ídolos de la civilización!», proclamaron.
En la noche del 12 de abril de 1918 la Cheka irrumpió en los numerosos centros anarquistas existentes en Moscú, incluyendo la famosa «Casa de la Anarquía», desde donde se editaba Anarquía. Los bolcheviques, para aplastarlos, usaron tanques y coches blindados. Sin embargo, las Guardias Negras libertarias, con las armas en la mano, se enfrentaron a ellos. Cerca de cuarenta resultaron muertos o heridos, medio millar acabó entre rejas y una docena de agentes murió en los combates. Anarquía, ya clandestino, emitió una histórica declaración alentando al inicio de la lucha armada contra los bolcheviques. La dinamita, por fin, «hablaría».
En La destrucción creadora. Antología anarcofuturista del Octubre Rojo, en una edición dirigida por Olga Burénina-Petrova, la mayor especialista en las facciones disidentes del futurismo, se recogen los ensayos y manifiestos de Kazimir Malévich, Alexandr Ródchenko, Olga Rozánova, Nadezhda Udaltsova y Alexéi Morgunov -nunca antes publicados en otro idioma que no fuese el ruso- que vieron la luz en Anarquía, legendario portavoz del anarquismo antes de que este fuese aplastado por el autoritarismo de una revolución que se traicionaba a sí misma. Bajo la imagen del cuadrado negro suprematista, símbolo del porvenir, Malévich afirmará: «La bandera de la anarquía es la bandera de nuestro ‘yo’, y nuestro espíritu, como el viento libre, empieza a ondear nuestro yo creador en los vastos espacios del alma».