Descripción
En las naciones del centro, que dicen civilizado, se están levantando, al compás de la técnica y
del capital, unas sociedades que pivotan en el control y en la seguridad. Es ahora cuando la
técnica puede asegurar un control ilimitado, que los Estados modernos pueden cambiar este
control por seguridad. El ciudadano, vuelto a súbdito, acepta el control a cambio de seguridad.
El Estado de emergencia invocado en Francia para ejercer un poder indiscriminado, que bien
le viene al modo de producción capitalista en su fase actual, avanza sobre ese Estado de
seguridad que ejerce un control ilimitado a cambio de seguridad.
El miedo a la amenaza cada vez más próxima del acto terrorista, junto al miedo de la
amenaza cada vez mayor de un control sin límites, viene a justificar esta abdicación de la
libertad, esta aceptación del control en aras de la seguridad, esta aceptación del Estado de
seguridad (¡Qué actual Dostoievski en su poema de El gran inquisidor! ). Miedo que
también puede volverse en su contra: de la sumisión a la desobediencia. Miedo al que
enfrentar la osadía de una vida libre, propia y común, artífice de otra relación social, no
mercantil, más allá de la relación social capitalista todavía hegemónica.
Sobre algunas escenificaciones de este terror, sobre la estrategia que organiza el horror en
Oriente Medio y sobre algunas concreciones de este control sin límites escribimos en este nº de
Etcétera. Y como siempre anotamos en la Correspondencia un par de intervenciones y en
Hemos recibido visitamos un buen puñado de libros.
Etcétera, enero 2016
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