Descripción
Jacques Philipponneau
Esbozo de una clarificación teórica de los nuevos conflictos
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El movimiento iniciado en enero de 1998 en Nerac(1) ha encontrado su epílogo
provisional en un vasto movimiento de lobbyzación política dirigido por Attac,
cuya radicalidad puede ser medida al hilo de este eslogan: «Por un control
ciudadano de la OMC» y cuya función real es la de ser una coartada útil al
gobierno francés y a la Comunidad Europea en sus conflictivas negociaciones
comerciales con América del Norte.
Si tal evolución ha sido posible se debe a que el carácter masivo de ese rechazo
de los Organismos Genéticamente Manipulados (OMG) en Francia, tal y como ha sido
relatado por los medias y tal y como ha encontrado eco incluso en el extranjero,
no ha existido verdaderamente.
Se trató esencialmente de un movimiento por poderes análogo a las huelgas de
diciembre de 1995 o al movimiento de parados del año siguiente.
Aquí algunas decenas de agricultores decididos, dirigidos por la eficacia
táctica de José Bové y René Riesel, han arrastrado en sus acciones a algunos
cientos de personas como máximo. Fueron «apoyados» pasivamente, en los sondeos,
por millones de otras, encontrando una simpatía inactiva hasta en los jueces,
los periodistas o las fuerzas del orden.
Aparte de algunas personas que sabían adónde iban pero que descubrieron en el
curso del camino que no era al mismo sitio, las vagas motivaciones de los
oponentes activos reposaban por lo esencial sobre una defensa de la agricultura
tradicional en la sociedad tal y como es, agricultura campesina cuya
desaparición programada está amenazada de aceleración por la irrupción de los
OMG. Esto explica los lazos tejidos con organizaciones campesinas del tercer
mundo y la solidaridad activa del sindicato de masa indio KRSS, que practica a
una escala distinta esa «no-violencia activa» que ha sido puesta en práctica de
manera eficaz en Francia los dos últimos años.
La masa de consumidores desarmados, entre dos periodos de bulimia consumista y
de euforia tecnológica, estaba sometida a los movimientos de inquietud o de
pánico que la habían embargado con ocasión de algunos escándalos alimenticios a
cuyo conocimiento había tenido acceso. Esa masa encontró ahí a los heraldos de
su impotencia.
Esa yuxtaposición de objetivos explícitos, esencialmente moderados en su
expresión pero potencialmente revolucionarios en el proceso de modernización a
ultranza al que ha sido arrastrado el mundo entero, y de medios de acción
directa abiertos y eficaces, ha tenido tres consecuencias relacionadas entre sí.
Ha constituido el detonador de una adhesión legítima, así como del éxito
mediático que ha venido inmediatamente a continuación, y también el origen de
los límites alcanzados muy rápidamente por el movimiento. Finalmente se ha
hundido en ese ecumenismo reivindicativo sub-izquierdista cuando el éxito
mediático, que refleja el grado de adhesión pasiva de la opinión pública tanto
como la crea, ha barrido todo a su paso.
Esa curiosa mezcla muy contemporánea ha producido por otro lado diversas
ilusiones sobre sus potencialidades, en esas condiciones no obstante totalmente
nuevas, en las que los métodos de acción ya no responden automáticamente a la
radicalidad de un movimiento.
El movimiento no recomenzará sobre esas bases iniciales, pues el reformismo
estatista va a desarmar todas esas confusas inquietudes a golpe de moratoria, de
trazabilidad, de etiquetaje, de expertos diversos, asociándose por necesidad a
todos los contra-expertos que no dejarán de proponerse con la mejor buena
conciencia ciudadana del mundo. En cuanto al líder natural de ese reformismo, ha
encontrado su sitio en ese post-izquierdismo humanitario que trata de dar una
legitimidad social a la ilusión típicamente francesa de que un recurso a la
protección estatal o supraestatal está todavía de actualidad frente a un
desencadenamiento de las transformaciones sociales exigidas por el desarrollo
autónomo del proceso técnico-económico.
El movimiento tampoco avanzará sobre posiciones más avanzadas, pues por una
parte el conjunto de enemigos de los OMG se sentirán satisfechos con esta
posición de lobbyistascríticos al fin reconocidos. En este punto, las
negociaciones de la OMC comenzadas en Seattle servirán por bastante tiempo a la
vez de trapo rojo y de estandarte. Y, por otra parte, la línea de demarcación
que habría podido servir, si no de punto de partida, al menos de base sólida
explícita para la expresión de un punto de vista coherente en ese conglomerado
antagonista, no ha sido más que esbozada ligeramente.
La situación de la velocidad de desarrollo de los cultivos de OGM para la
alimentación quedará todavía indecisa algún tiempo, pero no es ya determinante
para el porvenir de las biotecnologías. Lo que podría ser momentáneamente
expulsado por la puerta, entrará tarde o temprano por la ventana todavía
más
rentable de los transgénicos, con fines industriales o médicos, aceptados bajo
la presión del doble chantaje económico y humanitario. No quedará entonces que
hacer más que saltar en el momento oportuno, por ejemplo, las barreras
eventuales concedidas por un tiempo a los oponentes.
Sea cual sea pues ese resultado momentáneo, se trata en todo caso de un asunto
que va a durar y que parece todavía favorable para precisar las ideas sobre la
naturaleza de esos conflictos, sus apuestas sobre lo que es justo esperar de
ellos y por tanto sobre lo que ahí se puede hacer. Todo esto si se juzga que
tiene interés mezclarse en esos conflictos, porque se puede también sacar una
opinión completamente opuesta, pero que entraña a su vez otras consecuencias
sobre las posibilidades de una intervención en los conflictos de este tiempo.
Una primera constatación parece indiscutible a la luz de esta reciente campaña,
y viene a añadirse a otras numerosas observaciones convergentes que se han hecho
en los últimos veinticinco años. Si bien una insatisfacción cierta sobre su
presente y una inquietud difusa sobre el porvenir que se le ha impuesto crecen
en las profundidades de la sociedad, ningún movimiento importante de rechazo ha
aparecido más que local o puntualmente. Por el momento, ninguna conciencia
acumulativa de esa desposesión, que crezca en fuerza y pertinencia, es
observable. En consecuencia, es preciso expulsar de una vez por todas esa
ilusión impaciente que gira sobre la posibilidad de reunir mediante un acto
ejemplar o una proclamación destacable a la fracción radical puramente
fantasmagórica de un movimiento de rechazo que es, él mismo, discutible y que no
esperaría más que a esas ocasiones para manifestar su ser real.
Es preciso sacar fríamente todas las consecuencias de lo que sabemos sobre la
sociedad de masas de este fin de siglo. Y para hacerlo es mucho más realista
considerarnos como disidentes que pueden en los momentos más exitosos de sus
actividades interesar realmente a algunos miles de personas y que, sin embargo,
no pueden encontrarse más que a una decena a lo sumo en una igualdad real. Eso
quiere decir también que hay que inscribir nuestra actividad, práctica o
teórica, en un largo plazo y no esperar milagrosos resultados inmediatos. El
único factor histórico que puede ser determinante en la crisis que entraña este
mundo reposa sobre la constitución de un corpus de ideas capaz de arruinar las
justificaciones dominantes y de plantear las bases de una alternativa social
incompatible con los fundamentos de la sociedad actual. Y si los resultados
inmediatos vienen en aumento, tanto mejor, no es incompatible.
El punto culminante del conflicto que nos ocupa ha surgido del ataque sorpresa
contra la investigación científica pública (en el Cirad de Montpellier). En ese
momento, algunos problemas verdaderos concernientes al supuesto interés público
al que estarían consagradas las instituciones estatales, como la crítica de la
técnica mercenaria, la irresponsabilidad científica o la noción de progreso
técnico, pudieron ser considerados y lo fueron ligeramente antes de ser anegados
en un populismo reductor y un reformismo imposible.
Es necesario salir de ahí, y no sólo para sacar las consecuencias generales de
esa experimentación práctica a gran escala. Pero precisamente porque el hierro
está aún caliente y porque es posible, necesario y deseable, ¿no sería útil para
alguien más que para algunas decenas de personas en el mundo trazar esa línea de
demarcación práctica que hace tanta falta ante el empleo de los medias, la
obsesión por el resultado práctico inmediato, la fuga en un activismo repetitivo
o el rechazo tan extendido a ir hasta las consecuencias últimas de las propias
ideas.
Se puede destacar que los movimientos de protesta actuales no están ya
encerrados burocráticamente y que es a menudo posible divulgar en ellos ideas
coherentes; ¡con qué resultados eso ya es otra historia! Pero ha pasado el
tiempo en que no se podía «participar» en manifestaciones de ese tipo más que
como enemigo, tratando a los participantes de manera expeditiva, y en las que
toda la radicalidad se resumía en predicar una acción más o menos violenta como
panacea para todos los problemas. En esas nuevas condiciones, es evidente que lo
que hace más falta frente a los moderados de todo pelaje es la capacidad de
desarrollar pública y simplemente algunos grandes principios de una concepción
de la vida radicalmente opuesta a la que se admite comúnmente. Es esa
incapacidad chillona la que hace vana toda denuncia de traición o acusación de
reformismo cuando aquellos que pretenden tener un punto de vista superior son
incapaces de defenderlo en términos universalmente irrefutables y cuando los
líderes pretendidamente descarriados, que representan muy fielmente las
aspiraciones reales de sus tropas, no han traicionado finalmente más que las
ilusiones que se tenían sobre ellos.
Es a esa tarea necesaria de clarificación teórica a la que deben vincularse
aquellos que piensan que hay materia de intervención en los conflictos donde hay
intereses fundamentales en juego, en mayor medida si cabe cuando tenemos aquí la
brillante ilustración de que es incluso posible crear en parte las condiciones
de ese conflicto.
Sea cual sea el modo de continuación de esta agitación en torno a los OMG, toda
posibilidad de tener ahí una influencia real a largo plazo es tributaria de esa
necesidad de clarificación, que debe encontrar bajo múltiples formas deseables
su expresión pública. Trataré por mi parte de desarrollar ese análisis en los
meses que vienen.
Estas páginas no pretenden ciertamente recorrer todo el circuito de su objeto,
ni tampoco el circuito de los problemas a plantear, pero no creo que se pueda
hacer un impasse sobre estos puntos precisos salvo que quiera uno mecerse en las
ilusiones sobre el mundo tal y como es…
Y sabemos que quien vive en la ilusión morirá en la decepción.
1. En enero de 1998, en Nerac, un centenar de miembros de la confederación
campesina realizaron un sabotaje ejemplar: el maíz transgénico de la empresa
Novartis fue inutilizado para su comercialización, permitida poco antes por el
Estado francés.
Jacques Philipponneau, octubre 1999