Descripción
[] Las cosas que la gente no tiene ganas de escuchar, que no quiere ver aun cuando estén bien a la vista son entre otras las siguientes: primero, que todos los perfeccionamientos técnicos que han simplificado la vida hasta eliminar de ella casi todo lo realmente vivo, fomentan algo que ya no es una civilización; segundo, que la barbarie surge, como algo natural, de esta vida simplificada, mecanizada y sin espíritu; y, tercero, que, de todos los resultados terribles de esta experiencia de deshumanización a la que la gente se ha prestado de buen grado, el más aterrador de todos es el de su descendencia, ya que este es el que, en resumidas cuentas, ratifica todos los demás. Por ello, cuando el ciudadano-ecologista se atreve a plantear la cuestión que cree más molesta preguntando: «¿Qué mundo vamos a dejar a nuestros hijos? en realidad, está evitando plantear otra realmente inquietante: «¿A qué hijos vamos a dejar el mundo?. []