Descripción
«En el mundo hay un apagón general. Se llama Siria. Hace seis años una revolución democrática planetaria que empezó en Túnez, pero que tuvo sus metástasis de salud en España, en Grecia, en Turquía, en EE.UU., llegó también a Siria, el lugar más improbable y también el más necesitado. Allí se concentraron todas las esperanzas de cambio, y allí se concentraron, por eso mismo, todos los esfuerzos para impedirlo. Siria tiene algo de emblema y de mónada, de símbolo y de revelación. Todas las fuerzas que, por separado, frenaron o voltearon las «revoluciones árabes», se lanzaron juntas contra la revolución siria: decenas de países, de milicias sectarias extranjeras, de grupos yihadistas internacionales. Por eso su derrota expresa, mejor que ninguna otra, el estado del mundo, su nueva composición geopolítica y las nuevas amenazas que se ciernen sobre todos. Podemos decir, con una imagen apenas hiperbólica, que para impedir el cambio en Siria ha hecho falta cambiar el mundo entero.»
Santiago Alba
«Siria es el país en el que ha recaído el mayor peso de la connivencia de los tres monstruos u ogros: el despotismo asesino asadiano que mató a decenas de miles de sirios a principios de los ochenta, las formaciones nihilistas salvajes, como Daesh, Al-Qaeda y el Ejército del Islam la formación que secuestró a Samira, Razan, Wael y Nazem, y la «administración de la crisis siria» por parte de EE.UU., para que Asad se quedara, provocando la destrucción del país y facilitando (a través de la retórica de la guerra elitista contra el terrorismo) que el país cayera bajo la ocupación rusa e iraní. Del mismo modo, ha facilitado el ascenso internacional de la derecha nacionalista securitaria, el retorno de la política de fronteras y la inclusión de temas como la inmigración, la concesión de asilo y el terrorismo de forma prioritaria en las agendas de las élites políticas de los países occidentales.»
Yassin al-Haj Saleh
«Es una guerra real, no un juego de disfraces importado.
Es una guerra real para la que varios Estados han exportado sus instrumentos de muerte.
Es una guerra cuya inmoralidad es insuperable, mientras el mundo mira los restos de las personas: carne y sangre que saltan por los aires a través de las pantallas.
No es un juego de disfraces: la gente muere a diario de hambre, enfermedad y violencia
Mueren a causa de los proyectiles que atraviesan sus casas
Mueren mientras preparan la comida de sus hijos y piensan qué harán para cenar. El proyectil llega para darles un descanso del sufrimiento diario.»
Samira Khalil