Descripción
MARX, Karl
Crítica al Programa de Gotha
ENGELS, Friedrich
Crítica al Programa de Erfurt
(Estos dos textos, con sus cartas respectivas, están contenidos en Selected Works of Karl Marx and F. Engels, Progress, Moscú 1970, Volumen III, pp. 9-37 y 429-39).
INTRODUCCIÓN
Marx escribió a William Bracke en Brunswick, desde Londres, una carta fechada el 5 de mayo de 1875. «Cuando haya leído las siguientes notas marginales, críticas al Programa de Unidad, sería tan amable de enviarlas a Geib y Auer, Bebel y Liebknecht para que las revisen. Estoy extremadamente ocupado y tengo que sobrepasar mucho el límite de trabajo que me permiten los médicos. Por lo que, escribir esta larga tirada, no ha sido precisamente un ‘placer’. Era, sin embargo, necesario, para que los pasos que daré después no sean mal interpretados por nuestros amigos del partido, a quienes se dirige esta comunicación».
«Cuando termine el Congreso de la Unidad, Engels y yo publicaremos un corto comunicado para aclarar que nuestra posición es totalmente ajena al mencionado programa de principios, y que no estamos relacionados con él» (de hecho, no publicaron ese comunicado).
Marx pone el énfasis en la necesidad de su crítica del programa, por los rumores de que todos los movimientos socialistas entonces en desarrollo en Alemania, estaban controlados por él y Engels. «Aparte de esto, es mi deber no aprobar, ni aún con un silencio diplomático, lo que en mi opinión es un programa totalmente inaceptable, que desmoraliza al partido».
«Cada paso del verdadero movimiento es más importante que una docena de programas. Por consiguiente, si no era posible, y las condiciones del momento no lo permitían, ir más allá del Programa Eisanach (primer programa elaborado por el partido de trabajadores marxistas en 1865; fue allí donde se inició el primer partido marxista), simplemente se debería haber concluido con un acuerdo de acción contra el enemigo común. Pero elaborando un programa de principios (en lugar de posponerlo hasta que se hubiese preparado con un largo periodo de actividad en común) uno establece delante del mundo entero metas, por las que se mide el nivel del movimiento del partido». Marx llega a decir que los líderes lassallianos llegaron al estadio del programa de unidad por necesidad, y que no se les debería haber permitido exigir declaraciones de principios, o formular ningún programa de unidad. «Aparte de esto, el programa no es bueno, aun sin considerar la canonización de los lassallianos artículos de fe», concluye Marx de mal humor.
Desde 1864, cuando terminó el primer volumen de El Capital, Marx había estado ocupado en fundar un partido de trabajadores -la Primera Internacional-, para la que escribió el discurso de apertura y los estatutos provisionales: continuaba tomando parte activa en actividades políticas en Europa hasta y a través del Programa de Gotha de Unidad de 1875. Ferdinand Lassalle era uno de los primeros líderes del Partido Obrero Alemán (ADAV, Asociación General de los Trabajadores Alemanes), fundado por él en 1863 -año en que él mismo murió-, y Marx trató de afiliar la ADAV a su Primera Internacional, fundada en 1864. Alrededor de estos años Wilhelm Liebknecht, un protegido de Marx y Auguts Bebel (antiguo obrero, y táctico importante del partido Socialista Democrático Alemán, que publicó Mujer y socialismo, en 1883), trabajaban con las clases obreras y artesanas, tratando de formar un partido. Una facción del ADAV se separó, y se formó el SDAP (Partido Obrero Social Demócrata). Este último en gran parte fue dirigido por Marx y Engels -aunque no tanto como hubieran querido-, y afiliado a la I Internacional.
El Programa de Gotha de Unidad fue un intento de unificar todos los elementos de izquierda, que en el fondo eran de dos tipos, como lo sugiere la carta de Marx antes citada. Había revolucionarios socialistas como Liebknecht y Bebel, y esos otros elementos que llegarán a ser conocidos por los marxistas como «revisionistas» (como Bernstein -que surgió un poco más tarde- y Kautsky). Hacia 1875, cuando se intentaba unir a los partidos obreros, en toda Europa había una serie de lo que se podrían llamar elementos ‘socialistas’. Marx había conseguido expulsar a Bakunin de la I Internacional en el Congreso de La Haya (septiembre 1872). Europa se estaba recuperando de la guerra Franco-Prusiana y en cada país europeo surgían anarquistas, revolucionarios y republicanos.
Otro punto significativo para entender el contexto de la Crítica del Programa de Gotha es la Comuna de París de 1870 y 1871. Marx la consideró durante ese período, como un ejemplo de ‘trabajadores’ tomando el Estado en sus manos, y dirigiendo la revolución ellos mismos, en lugar de pasársela a los burgueses republicanos. También le sirvió como ejemplo para ilustrar el paso de transición de dictadura del proletariado a estado comunista. En su Guerra civil en Francia, Marx dice: «que los obreros de París hayan tomado la iniciativa de la presente revolución y en un heroico sacrificio de sí mismos, lleven el peso de esta batalla, no es nada nuevo… Que la revolución sea hecha, de una forma abierta, en nombre de y para las masas populares, es decir, las masas que se crean, es un rasgo que esta revolución tiene en común con las anteriores. El nuevo rasgo es que el pueblo, después del primer levantamiento, no se ha desarmado, ni ha dejado su poder en manos de los charlatanes republicanos de las clases dirigentes, sino que, constituyendo la Comuna, ha tomado en sus manos la dirección de su revolución, y ha encontrado al mismo tiempo, en el caso de tener éxito, los medios de mantenerla bajo el mando del pueblo mismo, desplazando la maquinaria estatal, la maquinaria gubernamental de las clases dirigentes, con una maquinaria gubernamental propia» (Primer esquema de Guerra civil en Francia, Ed. Fernbach, D., Marx Political Writings, Vol. 3, London, 1974, p. 261).
Bajo la luz de la actitud revolucionaria de Marx -él pensaba que sólo con revoluciones armadas el socialismo podría tomar los poderes del Estado- es fácil entender su oposición a aquellos elementos socialistas que, haciendo uso de sus teorías, estaban en camino de utilizar la democracia parlamentaria, casi como un fin en sí misma. Para Marx, el Parlamento fue siempre un medio. El admitía que en Inglaterra y en los Estados Unidos era posible una evolución hacia la sociedad comunista, sin usar la violencia, ya que ninguno de estos países tenía una
maquinaria estatal de tipo policiaco -como él la llamaba-. Mencionó esto en su discurso al Congreso de La Haya en septiembre de 1872. Sin embargo, Lenin concluyó en El Estado y la revolución que con el desarrollo del Estado capitalista, a inicios del siglo XX, el principio revolucionario servía igualmente para Inglaterra y para Estados Unidos. «Ambos, Inglaterra y Estados Unidos, el más grande y el último representante de la ‘libertad’ anglosajona, teniendo clichés y burocracia no militaristas, han caído en las instituciones europeas, asquerosas, empantanadas, burocrático-militares, que subordinan todo a sí mismas. Hoy, también en Inglaterra y Estados Unidos, el ‘preámbulo para una real revolución del pueblo’ es la destrucción de la ‘maquinaria estatal constituida’».
Es el clásico exabrupto de Lenin que, sin embargo, expresa la verdadera faz del marxismo de Marx mismo, y sirve de introducción a sus críticas al Programa de Gotha. El quería usar los partidos políticos de Europa para establecer un programa revolucionario cuyos objetivos fuesen la destrucción y la toma de la maquinaria del Estado, con miras a hacerse con el Estado de forma definitiva. Sus comentarios son tan revolucionarios que Liebknecht, de hecho, no mostró este documento al fogoso Bebel, no fuese a romper la frágil unidad conseguida con los lassallistas. Bracke -un bibliotecario, muerto en 1880-, parece que también se opuso al Programa de Gotha. Para 1875 un cierto tipo de unidad se había conseguido entre los diferentes partidos alemanes, y cuando Bismark promulgó sus leyes antisocialistas en 1878, Liebknecht pasaba un período de parlamentarista que le hizo rechazar los intentos para hacer del SAPD un partido revolucionario, declarando que éstos eran reformistas. El partido había conseguido millón y medio de votos en las elecciones de 1878, razón por la cual Bismark quería aplastarlos. En este estado de cosas aparece una vez más el absolutismo marxista. «Ellos (el SAPD), dice Marx en una carta, de septiembre 1879, están tan imbuidos del idiotismo parlamentario, que no admiten críticas» (Cfr. Carta de Marx a Sorge, 19 septiembre 1879; Marx-Engels Correspondance, p. 328, London 1934).
Según algunos comentaristas, Marx y Engels, no valoraron suficientemente la fuerza «reformista» de aquellos que diluirían la teoría marxista para conseguir un partido de reforma social, suave y fácil, como sería el marxismo elaborado por Karl Kautsky después de la muerte de Engels. En la teoría marxista no hay sitio para el parlamento, excepto como un escalón hacia la revolución y la toma de toda la maquinaria del Estado por el «pueblo». No hay tampoco sitio para el individuo, que es absorbido en la abstracción de «pueblo». Marx siempre ve más allá de la situación política del momento, hacia la futura sociedad, el indefinido mundo comunista donde todas las alienaciones del hombre serían eliminadas. Nunca pierde de vista esta perspectiva, ni tampoco Engels.