ARQUITECTURA DE LAS NACIONES

22,00

NIKOLAS, JON.
2010011900068 – ARABERA – 2003 – 499 páginas /orri.

1 disponibles

Descripción

 

«Las nacionalidades surgen en el Paleolítico, con la palabra», según Jon Nikolas, autor del libro «Arquitectura de las naciones», publicado de la mano de la editorial Arabera, y donde se rastrean las huellas de las nacionalidades desde sus orígenes remotos.

ARQUITECTURA DE LAS NACIONES.

Nikolas no acepta que el origen de las nacionalidades se sitúe en la Revolución francesa. «Eso es fruto de la confusión entre nacionalidad y estado-nación», matiza. En su opinión, el origen de las nacionalidades hay que buscarlo muchísimo más atrás en el tiempo, en el Paleolítico, cuando surge la palabra y, en torno a ella, empiezan a estructurarse una serie de comunidades humanas.

Unas comunidades que, a través de sus propias experiencias, vividas en un espacio geográfico más o menos determinado, han desarrollado una identidad colectiva, de la que el idioma es fiel reflejo.
(…)

El autor discute también el darwinismo o, mejor, esa simplificación del darwinismo que cabe resumir en la frase «el pez grande se come al chico». «Cada vez hay más antropólogos que discuten ese cainismo, esa teoría de que los seres humanos somos violentos por naturaleza», indica.
Es su capacidad para evolucionar y adaptarse lo que hace fuertes a los seres humanos, (…) y Nikolas recuerda al respecto las hipótesis de los investigadores de Atapuerca y, particularmente. «En las duras condiciones impuestas por la glaciación, los neanderthales, con una capacidad de palabra limitada, no están en condiciones de adaptarse con la rapidez debida, y terminan extinguiéndose. Los cromañones, en cambio, disponen de un lenguaje más evolucionado, son más sociales, y su capacidad de solidaridad debió ser determinante para conseguir superar la prueba de la supervivencia».

Frente al individualismo de épocas posteriores, Nikolas alaba la solidaridad que debió caracterizar aquellas comunidades paleolíticas. Y recuerda que el euskara procede de aquel entonces y lleva en sí mismo el poso de la forma de pensar y sentir el mundo de aquellos seres humanos. Eso le lleva a afirmar que, «si queremos indagar sobre nuestro pasado, sobre nosotros mismos, el euskara es la llave».

Defiende que el papel de las nacionalidades es aportar al mundo su particular cosmogonía y cree que la visión de la historia aranista está ya «afortunadamente desbordada» y, dentro del nacionalismo vasco, se está abriendo paso una nueva visión que con su libro querría contribuir a clarificar. «La revisión que se debería plantear desde el nacionalismo vasco empieza ahí, con la historia de la palabra», afirma.

«¿Por qué nos dicen que no existimos como pueblo, cuando tenemos nuestro nicho ecológico-cultural bien marcado ya en épocas en las que los arios, hoy el grupo dominante, ni siquiera habían aparecido en Europa?», se pregunta Jon Nikolas.

Que Euskal Herria haya sido capaz de subsistir a la marea indoeuropea se debe a su capacidad de adaptación. «Pero lo que hace falta es que esa adaptación siga teniendo raíces. Y esas raíces, en nuestro caso, son las que son. Las personas desarrollamos la capacidad de adaptación en función de nuestra identidad. Nadie se siente contento no siendo de ninguna parte. Esos sedicentes cosmopolitas a los que critico a lo largo del libro ya sé yo dónde están, en la desvertebración personal». Eso, cuando su cosmopolitismo no empieza y termina en Madrid. «Sí ­sonríe Jon Nikolas­, también conozco a algunos de ésos».
Jon NIKOLAS

«Las nacionalidades surgen en el Paleolítico, con la palabra», según Jon Nikolas, autor del libro «Arquitectura de las naciones», publicado de la mano de la editorial Arabera, y donde se rastrean las huellas de las nacionalidades desde sus orígenes remotos.

ARQUITECTURA DE LAS NACIONES.

Nikolas no acepta que el origen de las nacionalidades se sitúe en la Revolución francesa. «Eso es fruto de la confusión entre nacionalidad y estado-nación», matiza. En su opinión, el origen de las nacionalidades hay que buscarlo muchísimo más atrás en el tiempo, en el Paleolítico, cuando surge la palabra y, en torno a ella, empiezan a estructurarse una serie de comunidades humanas.

Unas comunidades que, a través de sus propias experiencias, vividas en un espacio geográfico más o menos determinado, han desarrollado una identidad colectiva, de la que el idioma es fiel reflejo.
(…)

El autor discute también el darwinismo o, mejor, esa simplificación del darwinismo que cabe resumir en la frase «el pez grande se come al chico». «Cada vez hay más antropólogos que discuten ese cainismo, esa teoría de que los seres humanos somos violentos por naturaleza», indica.
Es su capacidad para evolucionar y adaptarse lo que hace fuertes a los seres humanos, (…) y Nikolas recuerda al respecto las hipótesis de los investigadores de Atapuerca y, particularmente. «En las duras condiciones impuestas por la glaciación, los neanderthales, con una capacidad de palabra limitada, no están en condiciones de adaptarse con la rapidez debida, y terminan extinguiéndose. Los cromañones, en cambio, disponen de un lenguaje más evolucionado, son más sociales, y su capacidad de solidaridad debió ser determinante para conseguir superar la prueba de la supervivencia».

Frente al individualismo de épocas posteriores, Nikolas alaba la solidaridad que debió caracterizar aquellas comunidades paleolíticas. Y recuerda que el euskara procede de aquel entonces y lleva en sí mismo el poso de la forma de pensar y sentir el mundo de aquellos seres humanos. Eso le lleva a afirmar que, «si queremos indagar sobre nuestro pasado, sobre nosotros mismos, el euskara es la llave».

Defiende que el papel de las nacionalidades es aportar al mundo su particular cosmogonía y cree que la visión de la historia aranista está ya «afortunadamente desbordada» y, dentro del nacionalismo vasco, se está abriendo paso una nueva visión que con su libro querría contribuir a clarificar. «La revisión que se debería plantear desde el nacionalismo vasco empieza ahí, con la historia de la palabra», afirma.

«¿Por qué nos dicen que no existimos como pueblo, cuando tenemos nuestro nicho ecológico-cultural bien marcado ya en épocas en las que los arios, hoy el grupo dominante, ni siquiera habían aparecido en Europa?», se pregunta Jon Nikolas.

Que Euskal Herria haya sido capaz de subsistir a la marea indoeuropea se debe a su capacidad de adaptación. «Pero lo que hace falta es que esa adaptación siga teniendo raíces. Y esas raíces, en nuestro caso, son las que son. Las personas desarrollamos la capacidad de adaptación en función de nuestra identidad. Nadie se siente contento no siendo de ninguna parte. Esos sedicentes cosmopolitas a los que critico a lo largo del libro ya sé yo dónde están, en la desvertebración personal». Eso, cuando su cosmopolitismo no empieza y termina en Madrid. «Sí ­sonríe Jon Nikolas­, también conozco a algunos de ésos».
Jon NIKOLAS

Textu osoa GARAn:

 http://www.gara.net/orriak/P14042004/art78149.htm

 http://www.gara.net/orriak/P14042004/art78149.htm