Descripción
En diferentes zonas de Extremadura y Salamanca, se estuvieron explotando gran número de minas para la obtención de uranio (desde los años 60 hasta el año 2000, una veintena de minas) que finalmente servía para alimentar los reactores de las centrales nucleares. Todo parecía indicar que la historia minera de estas regiones quedaría como recuerdo del pasado, aquellas minas no pudieron competir con explotaciones de otros países y fueron cerrando. Durante muchos años, hemos tenido la sensación de que la industria nuclear sería sustituida por industrias energéticas menos peligrosas y menos radioactivas. Algunos gobiernos como el español apuntaban tímidamente hacia el “apagón nuclear” una vez las centrales nucleares cumplieran el plazo previsto de funcionamiento. Pero la industria nuclear volvió a aparecer en escena, salió de su letargo y se anunció más segura, aliada contra el cambio climático e imprescindible para mantener un consumo eléctrico siempre en aumento. Hemos asistido a una nueva remesa de centrales nucleares proyectadas para los próximos años (más de 60), nuevos impulsos para la investigación (Francia ha destinado el mayor presupuesto de su historia para investigación en la energía nuclear del futuro) y en distintos países se aplazan los cierres de las centrales previstos inicialmente, como el de la central de Garoña en Burgos.
Con este panorama recibimos la noticia de que distintas empresas están interesadas en volver a explotar el uranio que yace en diferentes zonas de nuestras provincias. En el texto hemos expuesto las variadas consecuencias que la minería de uranio tendría para el entorno, para los trabajadores y para las poblaciones cercanas. También tratamos de entender cómo la industria nuclear, además de las posibles minas, ha colonizado los territorios con centrales nucleares, centros de fabricación de combustible nuclear o diferentes lugares de almacenamiento de residuos nucleares, y de cómo estamos atravesados no sólo por el continuo transporte de material nuclear y radioactivo de lado a lado, sino también por una reglamentación y unos sistemas de control que a todos nos afecta, no hay más opción que “normativizar y repartir medidas que mantengan el listón de seguridad suficientemente alto, lo que dadas las circunstancias que nos rodean, sólo puede conseguirse legitimando y reforzando el papel del Estado, devenido en Estado Nuclear”.