Descripción
¿Tiene sentido que miles y miles de personas hayan pensado, luchado e incluso, a menudo, entregado sus vidas, a lo largo de los siglos para un mundo más fraterno, universa! y de verdadero progreso? Dicho de otra manera: ¿Tiene sentido la historia? Esta es la pregunta fundamental, porque si no tuviese sentido ¿por qué y para qué tantos esfuerzos para cambiar o transformar el desastroso mundo en que i vivimos?
De esta concepto y otros tan fundamentales o más, trata este opúsculo con la claridad que caracteriza a Murray Bookchin, uno de los pensadores radicales más valiosos e incisivos de nuestro siglo, tanto a nivel social como ecológico. Bookchin nos advierte de un fenómeno muy preocupante, y más aún por ser insidioso, tanto para el conjunto de nuestro pensamiento como para las futuras generaciones.
«Raras veces se han puesto en tela de juicio de forma tan radical como en nuestros días los conceptos que definen literalmente lo mejor de la cultura occidental: sus no dones de una Historia llena de sentido, de una Civilización universal y de la posibilidad de Progreso. En décadas recientes, tanto en Estados Unidos como en el extranjero, la élite intelectual y una subcultura de intelectuales que se autodenominan postmodernistas han fomentado un conjunto completamente nuevo de convenciones culturales que se derivan de un relativismo social, político y moral corrosivo. Este conjunto abarca un nominalismo, un pluralismo y un escepticismo burdos, un subjetivismo extremo, e incluso un nihilismo y un antihumanismo totales, en combinaciones y permutaciones varias, a veces de una naturaleza completamente misantrópica. Este conjunto relativista es utilizado contra el pensamiento coherente como tal y contra el «principio de esperanza» (para hacer uso de la expresión de Ernst Bloch) que marcó la teoría radical del pasado reciente. Tales nociones se infiltran desde los llamados intelectuales radicales al público en general, donde toman la forma de personalismo, amoralismo y «neoprimitivismo».»
Pero Bookchin no se queda «estancado en la crítica», como estos supuestos relativistas. A la luz de sus propuestas de redefinición conceptual, volvemos a conectar racionalmente con el indispensable ((principio de esperanza». Este nos ¡ dice, respecto a la Historia, que… «no hay nada de teleológico, místico o absolutista en la Historia.» Y también que: «Es la infraestructura racional, por así decir, que cohesiona las acciones humanos y las instituciones en el pasado y en el presente en dirección a una sociedad emancipadora y un individuo emancipado. Es decir, la Historia es precisamente lo que es racional en el desarrollo humano. Es lo que es racional, además en el sentido dialéctico de lo implícito que se despliega, expande y comienza en grados variables a través de una cada vez mayor diferenciación para actualizar las potencialidades reales de la humanidad para la libertad, la conciencia de sí y la cooperación.»